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domingo, 31 de enero de 2010

Pedro Pablo Guerrero: El Ultraclásico canon del cuento de Harold Bloom

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/


El crítico estadounidense, autor de “El canon occidental”, celebra a Henry James y Kafka, pero se muestra duro con Carver, Salinger y Cheever, entre otros.

Nadie más escéptico frente a modas, fenómenos y rescates que Harold Bloom. Autor de la estupenda antología Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, repite como un viejo profeta apocalíptico: “J. K. Rowling y Stephen King son escritores igual de malos, oportunos titanes de nuestra nueva Era Oscura de las Pantallas: ordenadores, películas, televisión”. Y cuando alguien le pregunta si no es mejor leer primero a Rowling y a King para después seguir con Andersen, Dickens y Carroll, Bloom responde con pragmatismo: “Nuestro tiempo aquí es limitado. Lees y relees necesariamente a costa de otros libros”.

Los cazadores de citas polémicas encontrarán un paraíso en Cuentos y cuentistas. El canon del cuento, un libro lleno de perlas como ésta: “Uno no puede mencionar del todo a Cheever entre los modernos narradores americanos de mayor eminencia: Hemingway, Faulkner, Willa Cather, Katherine Anne Porter, Scott Fitzgerald, Eudora Welty o Flannery O’Connor. En cambio, Cheever sí permite una comparación bastante favorable con los autores de segundo orden: Sherwood Anderson, Nabokov, Malamud, Updike, Ozick, Ann Beattie, Carver, la canadiense Alice Munro. Como les pasa a ellos adolece de la originalidad imperecedera de Hemingway y Faulkner, pero Cheever tiene la misma seguridad y el mismo esmero que Nabokov o Updike”.

Carver “sobrevalorado”

Al lado de D. H. Lawrence, al que considera “un escritor de cuentos extraordinario”, del mismo nivel de Turgueniev, Bábel y Joyce, también el autor de “Catedral” queda en deuda. Indulgente, Bloom manifiesta: “Carver, a quien puede que hayamos sobrevalorado, murió antes de ver realizadas las posibilidades aún mayores que su arte encerraba”.

No es menos piadoso respecto del silencio literario de Salinger, a pesar de reconocer su destreza estilística: “O los cuentos tienen valores narrativos o dejan de ser cuentos, y ‘Seymour: una introducción’ fracasa a la hora de ser cuento. Quizá sea esa la razón por la que Salinger abandonó la ficción. Puede que la contemplación sea un modo de ser y de existir muy digno, pero no tiene historia alguna que contar”.

Así es Bloom. Provoca, irrita, saca ronchas, pero deja pensando. Se puede estar de acuerdo o no con el crítico estadounidense, autor del monumental Canon occidental (1994), un libro soberbio en todos los sentidos del término. Sus enemigos de la “escuela del resentimiento”, como llama a los representantes de la crítica cultural, feminista y poscolonial, no han dejado de atacar el eurocentrismo, el machismo y el lugar hegemónico que, acusan ellos, ocupa la literatura en inglés dentro de la jerarquía omnicomprensiva del catedrático de Yale. Compartiendo esas críticas, aunque sea parcialmente, no se puede negar que la erudita perspectiva de Bloom resulta siempre estimulante y, la mayoría de las veces, ponderada. En el caso de Cuentos y cuentistas. El canon del cuento, que ya va en la segunda edición, su editor, Francisco Javier Jiménez, deja en claro que Bloom no proyectó esta obra como un canon, sino como un volumen independiente de Bloom’s Literary Criticism, una colección de crítica literaria en seis tomos, editada por Chelsea House Publishers, dirigida por Bloom, y a la que ha dedicado veinte años de trabajo. Si admitimos que el conjunto de críticas recopiladas es uno de los más importantes publicados hasta la fecha, Jiménez explica por qué se puede considerar a este libro, titulado originalmente Short story writers and short stories, un auténtico “canon del cuento”.

Los treinta y nueve autores reunidos se pueden dividir, según Bloom, en dos tradiciones: la de Kafka y la de Chéjov. La primera fue desarrollada por Borges y continuada, entre otros, por Italo Calvino. Sin embargo, el crítico comprueba que, más de un siglo después de su muerte, el autor ruso continúa siendo el más influyente de todos los cuentistas, a pesar de que en el libro dedica apenas tres páginas al maestro y muchas más a sus discípulos. James Joyce, D.H. Lawrence, Ernest Hemingway y Flannery O’Connor pertenecen a la tradición chejoviana. Aclaremos, eso sí, que para Bloom no se trata de una mera contraposición entre una corriente realista y otra fantástica.

“Aparte de esporádicas alusiones a la técnica literaria, la mirada de Bloom va mucho más allá. Escudriña en los cuentistas no solamente sus genealogías artísticas, sino la visión de mundo que subyace tras sus ficciones. Qué concepto tienen de la vida y, sobre todo, de la muerte. Salen a relucir, entonces, las inclinaciones o tics recurrentes del crítico norteamericano: su interés por contrastar el trabajo narrativo con el individualismo liberal, afirmativo y vitalista de Ralph Waldo Emerson, sobre todo en el caso de los autores norteamericanos y en particular de Edgar Allan Poe. “Emerson, para bien o para mal, fue y es la mente de América mientras que Poe fue y es nuestra histeria, nuestra rara unanimidad en nuestras represiones”, anota Bloom.

Mente, histeria, represiones… ¿Suena familiar? Exacto. Bloom es un buen lector de Freud y el libro está lleno de referencias a su obra. “Más allá del principio del placer” es una de las más citadas. A Bloom lo obsesiona la intuición freudiana de que el objetivo de la vida es la muerte, el Tánatos, ese impulso ciego de retorno al origen: lo inanimado, lo inorgánico, el estado anterior al ser, el viaje a la semilla narrado alguna vez por Alejo Carpentier. Esta percepción nihilista de la vida enlaza con otra de las perspectivas dominantes en el análisis de Bloom: la gnosis. Una visión pesimista y subterránea, que aflora, según él, hasta en los narradores menos conscientes de ella, especialmente en los del Sur norteamericano. Así, a pesar del sincero catolicismo de Flannery O’Connor (1925-1964), el crítico estima que sus sombríos relatos transcurren en el mismo cosmos de La tierra baldía , de Eliot, y Mientras agonizo , de Faulkner: “Este mundo es la versión americana del vacío cosmológico al que los antiguos gnósticos llamaron kenoma , una esfera gobernada por un demiurgo que detenta el lugar del Dios extranjero y que ha exiliado a Dios de la historia y del alcance de nuestras oraciones”.

Pero el gnosticismo ofrece, a pesar de toda su negatividad, un camino de regreso al espíritu. Esperanza de salvación -observa Bloom en el más penetrante de los ensayos de Cuentos y cuentistas- que no existe en Franz Kafka. Su parábola de los cuervos ( kavka es cuervo, en checo) es desoladora: “Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir el cielo. Eso es indudable, pero no es ninguna prueba contra el cielo, porque cielo significa, precisamente, imposibilidad de cuervos”. ¿Qué quiere decir este enigma de aire jasídico? Tal vez mucho, tal vez nada. La presencia de la Cábala judía en el pensamiento y la obra de Kafka, señalada tempranamente por Gershom Scholem, es puesta en entredicho por Bloom. La escritura de Kafka se resiste a ser descifrada, como sí lo hacen, por difícil que resulte, los textos cabalísticos tradicionales. Escapa a todo intento de interpretación; no hay en ella algo parecido a una clave.

Bloom no lo dice, pero su juicio final sobre Kafka, después de compararlo con Dante y Milton, esboza el cuentista modélico que el crítico tiene en mente: “No creyó en nada y sólo confió en el imperativo de ser un escritor”.[* Tomado de la revista digital MEDIAISLA y Libros, El Mercurio]

martes, 26 de enero de 2010

Julio Carmona: Poema 5 de "Código de Construcción Civil"

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de http://www.mesterdeobreria.blogspot.com/



Hice ilusiones de mis caminatas. Edifiqué llamaradas con la sola presencia



Del amor. Me convertí en un faro de noticias al que todos los caminos


Conducían, mientras las mariposas, inocentes animalitos de la noche,


Confundían mis manos con el atardecer o la misericordia. Yo sabía


Que es más fácil defender una ciudad sitiada que acabar con la insania


De los que creen saberlo todo. Y observé cómo se abren en silencio


Unos labios verdes tras varios días de horadar la resistencia de la tierra.


Y llegué a comprender que nada de eso me convertía ni en más ni en menos


Sabio (aunque quien sabe de sí sabe más de los demás que los demás


De sí mismos empeñados en saber más de los otros), y antes de llegar


A converso de egoísmos, me hice discípulo del árbol que derrama sus frutos


Amarillos sin importarle el eco sin destino de los ojos cerrados, y aprendí


De la hierba que rodea al árbol caído y va tejiendo su red de pueblo erguido.


Y observando ese prodigio de solitaria solidaridad me alejé de la vereda


Que esparce, sin sentido, los pasos de la duda.

martes, 12 de enero de 2010

Cristina Castello: "Hola, bonjour, hello, ciao" (en español, francés, inglés e italiano)

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


Hola,



Gracias por tu voz.
Arma celeste la palabra, trabajamos con ella para fundar un mundo
donde vida sea arte, como arte es vida.
Con compromiso. Con manos abiertas como pájaros en vuelo, para dar.
Con hambre de luz, luz de poesía y amor a nuestros demás,
podemos cambiar el mundo.
Aún y todavía.
Siempre te espero en desierto de máscaras
y junto a los faros.
Tenés la llave y la puerta está abierta.
Trataré de responderte en forma personal
Cariño y abrigo de nido,




Cristina Castello







Bonjour,


Merci pour ta voix,
Arme céleste, le mot, nous l'utilisons pour fonder un monde
Où vie soit art, comme l'art est vie.
Avec ferveur, nous donnons en ouvrant nos mains comme des oiseaux en vol.
Avide de lumière, de la lumière de la poésie et de l'amour pour ceux
qui nous entourent.
Nous pouvons changer le monde.
Il est encore temps.
Je t'attendrai toujours dans le désert des masques.
A côté des phares ;
Tu as la clé et la porte est ouverte.
J'essaierai de rédiger une réponse personnelle.
Amour et douce tiédeur du nid.


Cristina Castello


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Hello,


Thank you for your voice.
The word, a celestial weapon, we work with it to found a world
where life is art, as art is life.
With commitment. With open hands like birds in flight, to give.
With hunger of light and light of poetry and with love to our others,
We can change the world.
Yet and still.
I will always wait for you in desert of masks
and beside the lighthouses.
You have the key and the door is open.
I will try to respond personally
Love and warmth of nest,


Cristina Castello


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Ciao,


Grazie per la tua voce.
Arma celeste la parola, con essa lavoriamo per fondare un mondo
dove la vita sia arte, così come l'arte è vita.
Con impegno. Con le mani aperte come passeri in volo, per dare.
Con fame di luce, luce di poesia e amore per gli altri,
possiamo cambiare il mondo.
Ancora e comunque.
Sempre ti aspetterò nel deserto delle maschere
e vicino ai fari.
Hai le chiavi e la porta è aperta.
Mi impegno a risponderti personalmente.
Con affetto e calore di nido,






Cristina Castello

sábado, 9 de enero de 2010

Thea Delavault: Federico García Lorca: Maestro de la poesía y del teatro español del siglo XX

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


 
Maestro de la poesía y del teatro español del siglo XX, disfrutó de una vida breve e intensa entre dos fechas claves en la historia de España, el Año del Desastre (1898) y la Guerra Civil (1936). Su rastro es inolvidable. Poeta y dramaturgo; Nació: el 5 de junio de 1898 (en Fuente Vaqueros, Granada). Murió: el 19 de agosto de 1936 (en Granada), asesinado por los soldados falangistas al comenzar la Guerra Civil. Destaca por: su poesía, por su diferencia al resto y por ser víctima, injusta, de una guerra . ¿Sabías que? el poeta perteneció a la Generación del 27


“La obra maestra era él.” (Buñuel, 1984)


Federico García Lorca, el poeta español más famoso del siglo XX y el mayor dramaturgo desde el Siglo de Oro, vivió una vida corta pero intensa entre dos fechas clave en la historia de España, el Año del Desastre (1898) y la Guerra Civil (1936). Creció en un pequeño pueblo de Granada, Fuente Vaqueros, rodeado de naturaleza y de gente sencilla que ni siquiera soñaba con traspasar los límites del municipio y que vivía para trabajar la tierra. Sin embargo, la familia de Federico era inusual. A su saneada situación económica se unía el gran talento musical y artístico que poseía. Los padres de Federico, liberales y católicos, eran ávidos lectores y grandes amantes de la literatura. Como mera anécdota, en su libro Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, el hispanista Ian Gibson cuenta cómo su madre leía obras de Victor Hugo en la cocina a sus sirvientes, y cómo a ellos se les saltaban las lágrimas de emoción.


Lorca heredó el talento de su familia. Era un artista innato: a menudo sorprendía a sus invitados con una canción o se tiraba al suelo fingiendo que moría (un número que solía hacer en las fiestas para asustar a la gente). Cuando leía sus poemas en alto, su audiencia quedaba extasiada con sus palabras y su presencia. Todo lo que hacía, lo hacía con duende. Pablo Neruda dijo de él que era “mágico y moreno y traía la felicidad”, aunque en ocasiones también podía ponerse melancólico.


A pesar de que sus vecinos eran prácticamente analfabetos y de que vivían en un ambiente humilde, eran gente de carácter y de gran personalidad. Lorca les describió junto a su entorno en poemas y obras con tal sensibilidad y magia que muy pronto se convirtió en el líder de una generación literaria vanguardista, la Generación del 27. Entre sus coetáneos y amigos estaban Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti y María Zambrano. En la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid entabló amistad con el poeta Pablo Neruda, el artista catalán Salvador Dalí y el director de cine Luis Buñuel.


El poeta granadino fue quien dijo: “En todos los países, la muerte es un fin. Llega y se corren las cortinas. En España, no. En España se levantan… Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo” (1933). Y en Lorca esto no pudo ser más cierto. El 9 de agosto de 1936, al comienzo de la Guerra Civil, los soldados falangistas –para los que Lorca representaba todo lo que odiaban- le arrastraron a un descampado, le dispararon y tiraron su cuerpo a una fosa. Se convirtió al instante en un mártir y un mito. Tras su muerte, el Gobierno de Franco trató de borrar su rastro por completo. Se prohibieron y censuraron sus libros hasta la muerte del dictador en 1975. Dicen que los soldados trataron de callarle, de cortarle la lengua, pero sólo pudieron silenciar al poeta temporalmente, ya que tras su muerte, su voz se siguió escuchando con más fuerza.


Lorca murió hace 70 años y desde entonces los homenajes a su figura han sido constantes. El 19 de agosto de 2006, un grupo de artistas, escritores y políticos de todo el mundo se reunieron para conmemorar el 70 aniversario de su fusilamiento. En noviembre 2007 se celebró un homenaje al poeta granadino en la Casa-Museo Huerta de San Vicente de Granada. 31 artistas realizaron obras de distintas disciplinas que se expusieron en la residencia de verano de Federico, complementando su arquitectura, su decoración y su ambiente. Por ejemplo, Cristina Iglesias, realizó un mural colocado frente a la cama del poeta, para que él pudiera verlo tumbado en ella; Franz West elaboró una escultura con imágenes del poeta; Enrique Morente creó la banda sonora de la exposición, adaptando, como ya había hecho antes, varios poemas de Federico. Distintas disciplinas se dieron la mano en esta exposición, que dada la importancia literaria e histórica de Lorca, no será la última. En septiembre 2006 se estrenó además el documental Lorca, el mar deja de moverse -dirigido por Emilio Ruiz Barrachina-, basado en la muerte del poeta granadino y en las circunstancias que la rodearon, que se han vuelto igual de fascinantes que su vida. El documental trata varios aspectos, entre ellos qué fue de su cuerpo y si se debería iniciar su búsqueda. Este tema sugiere otros más polémicos relacionados con la Ley de la Memoria Histórica y con el tratamiento del Gobierno español al silencio que rodea a la Guerra Civil. Sólo ahora, quizá debido al nuevo Gobierno de izquierdas de Zapatero, se empiezan a realizar leves intentos para comprender e interpretar lo que realmente ocurrió.


Lorca el poeta:


“El silencio sin estrellas, huyendo en sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche llena de peces.” (Lorca, Preciosa y el viento, 1928)


Lorca trabajó la poesía desde que empezó a escribir, aunque probablemente sus versos ya florecían en su cabeza mucho antes. Su primera colección de poemas, Impresiones y paisajes, se publicó en 1918. Un momento crucial en la carrera literaria de Lorca fue la Fiesta del Cante Jondo en 1922, un festival folklórico y gitano donde encontró la inspiración para su obra. El Poema del Cante Jondo (1931) y el Primer Romancero Gitano (1928) le convirtieron en el ‘poeta de Andalucía’. El fuerte choque cultural que supuso el exilio a Estados Unidos, dio lugar a una de sus obras más conocidas, Poeta en Nueva York (1940). A pesar de lo que sufrió por estar lejos de su familia durante tanto tiempo, se convirtió en un magnifico embajador de Andalucía por donde fuera que pasara.


Lorca el dramaturgo:


“Creo sinceramente que el teatro no es ni puede ser otra cosa que emoción y poesía, en la palabra, en la acción y en el gesto.” (Lorca, 1931)


La primera obra teatral de Lorca, El maleficio de la mariposa, trataba del amor imposible entre una cucaracha y una mariposa. Fue un completo fracaso. Afortunadamente esto no desanimó a Lorca, que se dedicó a desarrollar aún más su teatro experimental, utilizando desde marionetas hasta un drama surrealista –rebelándose así contra el teatro realista de la clase media–. En 1931 fue nombrado director de la compañía de teatro estudiantil La Barraca, subvencionada por el Gobierno, que viajó por toda España representando piezas clásicas españolas en pueblos que no habían visto jamás una obra de teatro. En esta época escribió una serie de obras, conocidas como ‘tragedias folklóricas’, que se convirtieron en sus piezas más famosas: Bodas de sangre, Yerma y La Casa de Bernarda Alba. Las tres relatan las dificultades a las que las mujeres se enfrentaban en la España rural. La estrecha relación que tenía con su madre, el ser el único hijo varón y el más joven de la familia y su homosexualidad, pudieron ser los factores que caracterizaron la mirada de Federico, uno de los escritores que mejor han retratado a la mujer en la literatura. Escribió una sola obra sobre el amor homosexual, El Público, que data de 1930 y que hasta 1970 no vio la luz.


En todas su obras, su imaginería era rica y metafórica, pero cuando le preguntaban por ella, aseguraba que lo único que hacía era describir su entorno, sin tratar de embellecerlo o exagerarlo. Su mundo era así de sustancioso y mágico, y el teatro le permitía emplazarlo en el escenario.


Hay voces que son imposibles de acallar, al igual que hay miradas que por más que se eviten, atrapan a quien se cruza ante ellas. Federico García Lorca poseía ambas cosas y la capacidad de transmitirlas mediante la palabra. Su palabra. El legado de nuestra historia.




sábado, 2 de enero de 2010

Winston Orrillo: "¿Qué hacías con esa máscara?"



Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de

Qué hacías con esa máscara de vieja. Con esa máscara que no cae con tu cuerpo que todavía está como para correrse un derby. Con ese par de pechos que, debajo de la blusa, aún parecen un dúo de lebreles, imposibles de dominar con mano inexperta. Qué hacías con esa máscara de vieja la mañana del primero de enero, cuando te vi pasar a través de la vidriera del bar , yo tomándome un cafecito-cortado, y tú como queriendo huir de ti misma, seguramente en fuga de alguna aventura de fin de año, quizá con el jefe o alguno de sus amigos influyentes, que se quedó dormido entre tus piernas de mambera que, en la década del 50, enloquecían a toda nuestra pandilla de la calle Naranjos, con tus dieciséis años y tus aires de muchacha decente, blanquita, caída por que no sé qué maldición en ese barrio de zambos y mestizos pobres. Y como eras de las muchachitas del colegio señordelamisericordia, ni siquiera mirabas para acá, para donde estábamos los que salíamos, todos mugrosos, torpes, mataperros, del ntroescolarrepúblicaargentina (por la mañana) o colegio 377 (por la tarde): era lo mismo, la misma mugre la misma tristeza que silbaba a tu paso, que te seguía, que sería capaz —con placer— de olerse tus peditos. Pero tú, ni la tos, ni volteabas. Y no eran pocas cuadras: te esperábamos, allí en la catorce de Antonio Miró Quesada: en la puerta de la capillita adonde nuestros cuerpos pringosos nunca se atreverían a penetrar. Allí había una virgencita cuyos colores crema y celeste eran todo un desafío para nuestros uniformes caqui llenos de parches, para nuestros temblores de muchachitos que preferían la oscuridad de los cuartos arratonados a esas luces celestiales que, entonces, no columbrábamos aún apócrifas.
Además, la virgencita estaba en la gruta, junto a una caída de agua, elemento con el que no guardábamos las mejores relaciones. Porque entonces era lindo verte salir, y sentíamos que en realidad salías de la gruta, que tú eras la misma virgen —líquida, celeste, sin nombre (hasta ahora no sé cómo te llamas, pero ya no importa). Salías y el aire se congelaba. No, no eras la única: salía un enjambre, pero todas las otras, bien puesto el uniforme azul marino, el cuello blanco, redondo, pulquérrimo; todas las otras eran una mancha gris. Tú, la estrella, el candil que encendía esas malditas tardes sebosas de junio. Y empezaba la procesión: cuadra catorce, cuadra trece, cuadra doce, doblar por la Plazuela Buenos Aires (la pila seca y llena de cucarachas) a la izquierda. La heladería Susuki (nunca hubo dinero para comerse uno); la casa Nakasone (donde, para Navidad trabajaban todas las ninfas del Barrio), el paradero inicial de la de la Cocharcas-José Leal (todavía existe: monumento histórico, con los mismos ómnibuses en los que empezaron nuestros pegamentos a los cuerpos femeninos). Y luego la Iglesia de las misas de doce de los domingos. La iglesia donde fuimos zampados todos nosotros a la pila bautismal, a pesar de que existía la otra, la del Carmen (nunca llegué a explicarme esta suerte de rivalidad entre las dos catedrales de los Barrios Altos). Pero nuestra procesión pasaba por el frente de la Iglesia de Cocharcas, y se detenía en una suerte de genuflexión de opereta. Allí, cinco metros adelante, ella y su cohorte (nunca puede distinguir quiénes la acompañaron durante los años que duró nuestro recorrido). En la esquina de Huánuco (tal el nombre de la calle de la Iglesia) y Puno, la falange se dividía. Quedaban ella y un apéndice (que tampoco puedo recordar, identificar, señalar), que doblaban a la derecha, remontando el jirón Puno. Mis feligreses y yo hacíamos una suerte de alto, reconocíamos el terreno, y avanzábamos, justo a tiempo para verla detenerse a la puerta de una de esas casas de altos-y-bajos donde, un besito fugaz, se despedía de su acompañanta y penetraba, con ese método que se usaba antes (¡qué tiempos aquéllos!), de introducir la mano por una ventanita y abrir uno mismo la puerta. Por supuesto, nunca, en todos esos años, volteó hacia nosotros. Y menos, es claro, nosotros le dirigimos algo más que nuestras miradas misérrimas, suplicantes y asimismo devoradoras. Luego, cuando vimos que su cuerpo iba creciendo, como crecen esos frutos que tú sientes prontos a caer de los árboles... Ella misma que crecía como un huerto que nosotros columbrábamos debajo del uniforme azul. Su paso que fue tornándose más terreno, diríamos. Su metamorfosis de niña a mujer la apreciábamos por una suerte de —diríamos— descenso a la tierra. Nunca oímos su voz, porque ni fuimos capaces de acercarnos a la `distancia necesaria´ pero la imaginábamos; y la sentíamos entonces más segura de sí misma, como más seguros nos parecían sus gestos, en aquel invierno del cincuenta y siete, cuando la vimos por última vez. Desde entonces, hasta una tarde, veinte años después, detrás de la ventanilla de "Caja" de un añoso diario limeño: cobraba por los avisos. Yo no recuerdo ya si llegué a poner el mío, paralizado como me quedé; pero estuve mirándola; esperé casi una hora hasta que se puso de pie. Su cuerpo era el mismo: guitarra flamenca, movimientos de colibrí. No me detuve en su rostro, pero en cada uno de sus pliegues prematuros me pareció encontrar los vericuetos de los Barrios Altos: las caídas de la infancia-­adolescencia; aquel sabor agridulce, cuyo recuerdo no pude soportar mucho tiempo, pues salí de ese vestíbulo corriendo, como perseguido por los fantasmas que, ahora, han vuelto con esa máscara de vieja con la que te veo vadear el río de la mañana del primero de enero, como cuando te internabas, corriente-arriba, en el jirón Puno, cuadra final, a la derecha de la iglesia de Cocharcas, en el Paraíso Perdido de los Barrios Altos.


www.luiseaguilera.blogspot.com

Luis E. Aguilera