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domingo, 24 de julio de 2011

Víctor Hurtado Oviedo: Me gustan los estilistas; es decir, no leo a Vargas Llosa

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C.
"Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de
www.mesterdeobreria.blogspot.com




Mis objeciones serán estéticas. No leo a Mario Vargas Llosa porque me gustan los estilistas, y Vargas Llosa
es un buen escritor, mas no ha sido ni será un estilista. Ha brindado todo lo que pudo dar, y ha sido notable
en cierto modo, pero nunca ha ondulado el estilo de elegancia -clásica o barroca- que me agrada. Hay algo 
de solemne y formal en lo suyo: cierto mármol sin pulir que pesa y no brilla.

Por supuesto, todo es cuestión de gustos, y los míos se formaron en el verso y en la prosa de don Francisco
de Quevedo, en sus relumbres de ira y de gracia que no encuentro en Vargas Llosa -a quien el ingenio 
nunca acompañó ni siquiera media cuadra-.

También importa que busque uno en la literatura: ¿anécdota, suspenso, amor, justicia? Están bien, pero 
nunca serán suficientes pues la literatura es el arte aplicado de la retórica; es el uso perenne y sorpresivo 
de las figuras literarias. “Lo demás es caligrafía”, como enseñó el maestro del estilo Francisco Umbral. Ya 
le conozco la caligrafía sin puntas a Vargas Llosa.

Por el contrario, hay una decencia de escribir -una voluntad de estilo- en otros autores peruanos que han caído poco o nada en la agotadora tentación de la novela (la prosa no es novela; la prosa es otra cosa).

Estilistas de la prosa fueron o son Manuel González-Prada, Abraham Valdelomar, Raúl Porras 
Barrenechea, Luis Alberto Sánchez -por citar sólo algunos-. El censo es mayor y está abierto, y entre
los españoles del siglo XX se defienden solos Ramón del Valle-Inclán, Eugenio d’Ors, César 
González Ruano, Francisco Umbral y Raúl del Pozo. 


Nunca pondría a Mario Vargas Llosa en tan reluciente familia: él sería el primo lejano que se aparece 
en la fiesta del estilo y a quien, cuando empieza a bailar, se le cae la gracia.

Francisco Umbral