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lunes, 31 de diciembre de 2012

Julio Carmona: AUTOCRÍTICA Y PERDÓN DEL MISERABLE

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com





“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres.” Simone de Beauvoir

Yo no estaba a tu lado y tú sí al lado mío alada
Con tu silencio de siglos me gritabas tu constancia
Y yo solo te veía con soberbia de montaña
Con una obstinación infame y tirana
Solo miraba mi rostro reflejado en la distancia
Tu pasado me importaba solo como un respaldo de butaca
Mientras que tú en él acumulabas cataratas
De amor y de ternura te hacías millonaria
De ahí tu fortaleza y tu fuerza sin menguante
Con las que miras por mí y por ti siempre adelante
Y vas a conquistar el mundo que yo siempre he visto distante
Y postergué con tontas guerras y tantos deplorables
Triunfos y hoy con ojos que tú abres te miro admirable
Sabiendo que sin ti nada existe y que el pasado y el presente y el futuro tienen no tu hombre sino tu hambre

Julio Carmona

domingo, 23 de diciembre de 2012

Julio Carmona: POR OTRA NOCHEBUENA

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com



Yo no sabía dónde comenzaba la noche
Porque estaba en medio de su lodo ni siquiera
Intuía la distancia del paso siguiente porque nada
Era más infranqueable que esa roca y sus rejas
Extendí la mano guiado solo por el lazarillo
De mi ceguera y cogí la primera palabra
Que sentí recorriendo mi piel como una enredadera
Era una caricia de lenguas silenciadas
Con la fuerza de un temblor de sangre con la furia
De una carrera de montañas y yo que estaba
Con los ojos tapiados los vi convertirse en alas
Los vi remontar el tiempo de un pasado de dudas
Y ya no me interesó saber el comienzo de la noche
Si en lo alto de sus muros rutilaba la mañana

Julio Carmona

sábado, 15 de diciembre de 2012

Nazim Hikmet: Acerca del vivir

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com



I

"El vivir no admite bromas. 
Has de vivir con toda seriedad, 
como una ardilla, por ejemplo; 
es decir, sin esperar nada fuera y más allá del vivir;
es decir, toda tu tarea se resume en una palabra:
Vivir.
Has de tomar en serio el vivir.
Es decir, hasta tal punto y de tal manera
que aun teniendo los brazos atados a la espalda,
y la espalda pegada al paredón,
o bien llevando grandes gafas
y luciendo bata blanca en un laboratorio,
has de saber morir por los hombres.
Y además por hombres que quizás nunca viste,
y además sin que nadie te obligue a hacerlo,
y además sabiendo que la cosa más real y bella es
Vivir.
Es decir:
has de tomar tan en serio el vivir
que a los setenta años, por ejemplo,
si fuera necesario plantarías olivos
sin pensar que algún día serían para tus hijos;
debes hacerlo, amigo, debes hacerlo,
no porque, aunque la temas, no creas en la muerte,
sino porque vivir es tu tarea.

II 

Sucede, por ejemplo,
que estamos muy enfermos;
que hemos de soportar una difícil operación;
que cabe la posibilidad
de que no volvamos a levantarnos de la blanca mesa.
Aunque sea imposible no sentir
la tristeza de partir antes de tiempo,
seguiremos riendo con el último chiste,
mirando por la ventana para ver
si el tiempo sigue lluvioso,
esperando con impaciencia
las últimas noticias de prensa.
Sucede, por ejemplo, que estamos en el frente,
por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche.
Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento,
Puede caerse cara a tierra, y morir.
Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor,
y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamente
por esa guerra que puede durar años y años.
Sucede
que estamos en la cárcel.
Sucede
que nos acercamos
a los cincuenta años,
y que faltan dieciocho más
para ver abrirse las puertas de hierro.
Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera,
con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,
es decir, con todo el mundo exterior que se halla
tras el muro de nuestros sufrimientos;
es decir: estemos donde estemos
hemos de vivir
como si nunca hubiésemos de morir.

III 

Se enfriará este mundo,
una estrella entre las estrellas;
por otra parte una de las más pequeñas del universo,
es decir, una gota brillante en el terciopelo azul,
es decir, este inmenso mundo nuestro.
Se enfriará este mundo un día,
algún día se deslizará
en la ciega tiniebla del infinito
-no como una bola de nieve,
no como una nube muerta-,
como una nuez vacía.
Desde ahora mismo se ha de sufrir por todo esto,
ha de sentirse su tristeza desde ahora,
tanto ha de amarse el mundo en todo instante,
se le ha de amar tan conscientemente
que se pueda decir: He vivido. "

jueves, 13 de diciembre de 2012

Julio Carmona: LA LIBERTAD DEL PRESO

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com





La única diferencia entre estar preso y estar libre
Es la libertad no sentida cuando se está libre
Y consentida cuando el preso se la toma por la libre
Mirando al cielo hueco inmenso implorando que lo libre
La conozco en sus dos formas dolorosas y dos suelos
Tachonados de basura chapaleando en su consuelo
Atisbando en su maraña de pigmeos y reyezuelos
Y me doy tiempo para hurgarle las entrañas y el orzuelo
Vaya a ser que se convierta en una eterna pantomima
Y estando a punto de verla y aprehenderla la repriman
Esos que a diario se la apropian y le cortan las rimas
Como si fuera esa la única forma de que sea ella
Como si la estrella con puntas dejara de ser estrella
En fin con libertad o sin libertad siempre te estrellas

Julio Carmona 

sábado, 1 de diciembre de 2012

Julio Carmona: Dad a Llosa lo que es de Vargas

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


                                                                                    
Mario Vargas Llosa. Interpretación de una vida, es el título del libro biográfico que firma Max Silva Tuesta.[1] Y, en efecto, es una interpretación –a la luz del psicoanálisis– de las principales novelas del “biografiado”, cuyos títulos sirven para –a su vez– “titular” a cada uno de los cuatro capítulos que conforman el escueto, pero sustancioso, libro; aparte del epílogo que pudo llevar el título de La guerra del fin del mundo, y que el autor ha preferido llamar: “Más trascendentes que la lucha de clases son las clases de luchas”. Y hay que agregar que las cuatro novelas elegidas (La ciudad y los perros, La casa Verde, Los cachorros y Conversación en La Catedral) constituyen una elección que coincide con la casi unánime apreciación de la crítica seria y especializada, que las distingue como las de mejor factura y mayor trascendencia (incluida La guerra del fin del mundo). Empero, Max Silva, para completar el cuadro psicoanalítico vital del biografiado que se propuso diseñar, se las ha arreglado para extender su visión a las otras obras del mismo género narrativo –aunque menos sobresalientes– creadas por Mario Vargas (incluyendo, de pasada, algunas de su dramaturgia y ensayo, previo recuento de toda su producción en el texto introductorio).

Es pertinente destacar el buen estilo de la prosa con que está escrito el libro, no exento de humor [aunque este, por momentos, rompa el tono académico dominante con expresiones como: “acallado con roche”, “con dos huevos de frente” (en lugar del aforismo ‘con dos dedos de frente’), “no pasaría piola ni siquiera en una velada escolar”]. Con todo, ese alto nivel incidido prueba lo que el mismo autor asevera respecto de su larga data de lector literario o “escudriñador de escritores”, como lo llama en una nota autógrafa el mismo Vargas Llosa (contracarátula), y también como creador de, por lo menos, una novela (Nuevo Hotel Sementerio), con la que –dice– predijo la concesión del premio Nobel al escribidor (p.56).

Ahora, que la incisión psicoanalítica, destacada arriba, sea convincente, creo que es algo que está fuera de duda. Hasta se puede decir que es ejemplar dentro de los métodos de crítica literaria comparada, biográfica y psicológica, dentro de los que se puede insertar el trabajo de Max Silva. Pero, también hay que decirlo, es un trabajo que no escapa al prurito de un exclusivismo formalista y hasta hedonista, que es otra forma de parcializarse con el biografiado, al asumir de este algunas categorías teóricas como los “demonios” o la “realidad real” y la “realidad ficticia” (que Silva llama “realidad objetiva” y “realidad subjetiva”, v. p. 45), lo cual es perfectamente legítimo (lo consigno aquí solo como una constatación). Pero lo censurable, sí, es que de la coincidencia pase a la identificación, al pretender excluir del ámbito crítico a otras posiciones que él –desde su enfoque inmanentista– descalifica, de manera categórica. Dice:

Sabemos que resulta impropio o, peor aún, descabellado, el hecho de trasladar un concepto político-económico, como el de la ‘lucha de clases’ al terreno de la literatura. (p. 107).

Y esta aseveración –con pretensión de apodíctica– queda así, lanzada al desgaire, como un artículo de fe, como algo que no necesita ser demostrado o sustentado, cuando es –como bien se sabe– la base de los estudios marxistas de la literatura, de los que José Carlos Mariátegui fue introductor en el Perú, contando además con el apoyo teórico y práctico de César Vallejo, es decir, que tienen un prestigio y un ascendiente nada desdeñables (sin mencionar a otros –muchos– autores que en el marxismo han sido).
Y, ya que pasé –inopinadamente– al plano de la revisión correctiva, también puedo decir que el biógrafo exagera, a veces, en la interpretación de ciertas metáforas del biografiado, sólo con el afán de hacerlas calzar con el objetivo de demostrar su personalidad edípica (es un neologismo que tomo del autor). Dice:

Que MVLL guste de llamar al novelista “suplantador de Dios” podría obedecer a un deliberado propósito didáctico de hacerse entender mediante una metáfora, recurso totalmente válido. Si esta metáfora fue acuñada para utilizarla en una cultura como la nuestra, donde tradicionalmente se adjudica a Dios la autoría de la realidad, y si el novelista en su novela crea una nueva realidad como “una tentativa de corrección, cambio o abolición” de la primera, entonces resultará lícito llamar al novelista, como nuestro Premio Nobel lo llama, “suplantador de Dios”. Sin embargo, ¿por qué dice que el novelista tiene, además, una “voluntad deicida”? Aquí ya no es fácil aducir que se trata de otra inocente metáfora. Aquí no cabe sino pensar que quien tanto se empeña en hablar de ‘deicidio secreto’ es psicoanalíticamente sospechoso de parricidio –consumado o no–, hasta que se demuestre lo contrario. (p. 54).

Y no se trata de “demostrar lo contrario”, sino de poner las cosas en su sitio. En realidad, ambas metáforas (del deicidio y la suplantación de Dios) son usadas por MV, para sustentar la teoría formalista de la “autonomía literaria”[2], y no fueron planteadas por él para circunscribirlas en una cultura teísta que (dígase paso, fundamentalistamente –no “tradicionalmente”) “adjudica a Dios la autoría de la realidad”; él tenía, con ellas, pretensiones de teórico literario y, por lo tanto, su ambición era “universalista”, generalizadora, pretendía reforzar dicha teoría formalista. Y otro traspié del biógrafo –coincidente con el biografiado– es dar por hecho que “el novelista en su novela crea una nueva realidad” (tesis eminentemente formalista y, es más, con un trasfondo filosófico idealista innegable), pasando de inmediato a hacer la siguiente cita de MV, como: “una tentativa de corrección, cambio o abolición” de la realidad, sin percatarse que en ninguna de sus novelas como “nuevas realidades” se propone dicha tentativa ‘de corrección, cambio o abolición’ de la realidad. Todas muestran a la realidad peor de lo que es, con los ingredientes indigestos (para usar un término caro a Miguel Gutiérrez) del incesto, las violaciones y descripciones sicalípticas que compiten en espanto con la misma realidad (por lo cual varios críticos lo han catalogado como un autor naturalista).

Más bien, se debe concluir que, en el caso del biógrafo, después de haber dado esa interpretación a tales metáforas, se nota que acusa una cierta estupefacción, puesto que, arguye lo siguiente: si el novelista se siente “suplantador de Dios”, entonces habría una contradicción si, a la vez, se dice que tiene una “voluntad deicida”. Y, entonces, dice: ‘la voluntad deicida ya no es una simple metáfora: es un claro indicio de su voluntad parricida, es decir, de su complejo de Edipo’. Y –digo yo– lo cierto es que ambas metáforas son complementarias en la propuesta “teórica” de MV: ‘para poder suplantar a Dios, primero se le tiene que matar’, aunque en el desarrollo de la propuesta, finalmente, sólo se reduzca la acción del frustrado deicida a la de un ladrón o depredador, ya que nunca llega a consumarse el deicidio.

Esas incongruencias de Max Silva se suscitan no obstante su afán –frustrado– por ser objetivo en lo que va a ser un esbozo de biografía, acompañada de una crítica psicoanalítica y comparada sobre toda la obra en relación con la vida del biografiado, para demostrar lo ya dicho –y no desmentido, más bien alimentado por MV– de sus reflejos edípicos. “Mientras tanto –dice Silva–, en este libro nos conformamos con realizar un recuento provisional de su vida y obra. El resultado naturalmente será parcial, aunque de ninguna manera parcializado: lo conseguiremos manteniendo a raya a la envidia, al prejuicio y a cualquier otra condición subalterna.” (p. 11). En efecto, al término ‘parcial’ se le ha de dar la acepción de “incompleto”, es decir, de no ser “totalizador”. Y, más bien, con él se preconiza la perspectiva de hacer un estudio “total”. Faltando una página para poner el punto final de su trabajo, Silva alienta un proyecto en ese sentido, la confluencia de varios puntos de vista de estudiosos que abarquen la vida y la obra de MV en su conjunto. “Tomando en cuenta todo eso –dice–, cada uno desde su especialidad, ojalá se integre un equipo que al final, como la consecuencia de un gran objetivo, se corone con un libro bajo el título de Mario Vargas Llosa Total.” (p. 119. Negrita del autor). Y esa sola declaración minimiza su imparcialidad, no sólo porque su línea de pensamiento solo corrobora los presupuestos psicoanalíticos del propio Vargas, en relación con su pregonado odio al padre y su fijación por la madre, lo cual Silva se limita a rastrear en sus novelas, no sólo por eso –decíamos– se da su parcialización sino porque en ningún momento cuestiona su fundamentalismo neoliberal, limitándose a poner ciertos reparos a algunas de sus obras. Y esa parcialización se hace explícita cuando propone crear una “vargasllosología”, porque –aunque no lo quiera– está incentivando un culto a su biografiado, un culto que ya existe, aunque no institucionalizado, y lo sería de hacerse lo que él sugiere. Pero veamos lo que dice Silva:

De hecho esta vargasllosología debería estar exenta del fenómeno contrario al del ‘anti’, que sería el hecho de convertir a MVLL en una intocable vaca sagrada (llamaremos a esta opción el ‘pro’ del asunto).[3] No sabríamos decir a ciencia cierta qué sería más perjudicial, en este caso, si el ‘anti’ o el ‘pro’. (pp. 117-118).

Y esta es una característica del método o de la ideología de Max Silva. La actitud del aurea mediocritas, o dorado término medio, relacionada con el intento de alcanzar un punto medio entre los contrarios. Y lo cierto es que –sin decirlo o a pesar de lo dicho– se buscaría la sacralización evitando lo perjudicial de los extremos. Sigue la cita:

En el ‘anti’ por lo menos existe la posibilidad de suscitarse un debate, pero en el ‘pro’, ¿qué se puede debatir si ya se ha llegado a instaurar una consagración sin vuelta de página? (Ibídem).

Y a continuación pasa a poner ejemplos de ambas posiciones para dejar entrever, al final que él busca el equilibrio, pues al mismo tiempo que pone de relieve las bondades de sus criticados,  también hace lo mismo con los que considera sus defectos. Y así dice:

Al autor peruano que más conocemos, quién sabe, sea César Vallejo. Por eso estamos en condiciones de decir, con vergüenza ajena por cierto, que con la figura del autor de Poemas humanos se ha instaurado la dictadura de la sacralización. ¡Ay del que se anime a decir, por ejemplo, que la novela El Tungsteno es una mala novela! Nosotros ya lo estamos diciendo, obviamente, y no por eso deberían enrolarnos en las filas del antivallejismo, como tampoco en las filas del antivargasllosismo, si ahora mismo afirmamos que todas las obras de teatro de MVLL son obras muy mediocres, siendo la peor El loco de los balcones, que no pasaría piola ni siquiera en una velada escolar. (Ibíd.)[4]

Y el hecho de que yo contradiga aquí lo dicho por el autor reseñado no quiere decir que sea un “provallejiano” (en el sentido que él le está asignando: de ser su panegirista o su defensor a ultranza, faenas que Vallejo y su obra no solicitan, pues se defienden por sí solos). El problema no radica en que se diga una afirmación como esa: “El Tungsteno es una mala novela.” Es decir, el crítico puede consignar todo lo bueno, lo malo y lo feo que quiera respecto de una obra, con la única condición de que lo sustente, que lo dicho esté motivado, y no que se plantee como si fuera una verdad que no necesita demostración. Por eso es que la propuesta de una “vargasllosología” o “vallejología” sólo pueden existir si son favorables a los involucrados, si no la actitud de equilibrio del aurea mediocritas siempre se va a mover entre los pros y los contras, y las “logias” devendrían ollas de grillos. Pero de la incongruencia anotada el autor pasa a esta otra:

A esos que se van a rasgar las vestiduras porque en este libro se ha dicho que El Tungsteno es una mala novela les recomendamos que esos arrestos que malgastarían en tal posible protesta deberían utilizarlos más bien en esforzarse por editar, al fin, la OBRA POÉTICA de Vallejo sin erratas. César Vallejo es universal por su poesía. Sin embargo, luego de más de setenta años de haber muerto el más universal de nuestros poetas, aún no se edita sin erratas su mejor carta de presentación que es su obra poética… (Ibíd.).

Y, realmente, esta conclusión a la que llega no tiene nada qué ver con que se contradiga lo por él afirmado, que “El Tungsteno es una mala novela”. Editar la poesía de Vallejo sin errores no está en manos de quien (“sin rasgarse las vestiduras”) recuse lo dicho por Silva. Y si de actuar en ese sentido se tratase, pues, quien debería empezar a cumplir con su recomendación sería el propio Silva que lo cita con una errata: “Y saber que donde nos hay un Padrenuestro,/ el Amor es un Cristo pecador.” (p. 40). Aunque no sé si él tiene los originales de Vallejo y ha hecho la corrección, pues ha visto que en ellos figura “nos”, en lugar de “no”. Aunque otras erratas como esa ha cometido contra su biografiado al escribir Travesuras de una niña mala (p. 110), o la famosa expresión “sartrecillo valiente” aplicada a MV, él la ha modificado en su versión original “el sastrecillo valiente” (p. 58).

Muchas veces cuando se exagera respecto de la propia sapiencia, se suele caer en la soberbia si no en la pedantería, pergeñando frases o verdades apodícticas que, con un poco de modestia, se reducirían a hipótesis digeribles. En ese sentido, se aprecia en algún momento que Silva llega a dar por zanjado el problema de la existencia o pertinencia del uso de las categorías socio-políticas de “izquierda y derecha”, y lo hace por la vía expeditiva de la supresión. Lo cito en extenso. Dice:

En este mundo jerarquizado, así se encumbraba quien era izquierdista por encima de quien no lo era. Incluso los mismos izquierdistas se jerarquizaban mutuamente. ¿Y quiénes podían ser mejores, los apristas o los comunistas? (p. 108).

Y, para comenzar, el Apra dejó de ser un partido de izquierda (si es que alguna vez lo fue) desde que se convirtió en partido electorero, en 1930, aunque ya antes (1928) Julio Antonio Mella lo había desenmascarado como un vulgar conglomerado de pequeñoburgueses oportunistas. Si así estaba planteado el panorama, ¿cómo se puede decir que “los mismos izquierdistas se jerarquizaban”, poniendo en un solo saco a apristas y comunistas? Y en seguida de la cita anterior, Silva Agrega:

Ello sucedía, claro está, cuando el Apra aún era un partido respetable y no como el de ahora, que no lo es por donde se mire, y también cuando el comunismo tenía la aureola de encarnar la redención universal de los humillados y ofendidos, para decirlo dostoievskianamente, aureola en la actualidad totalmente apagada, debido a ese apagón lúgubre y definitivo acaecido en 1989. (Ibíd.).

Nótese la posición intermedia, tercerista: si los dos polos (Apra y comunismo) prácticamente son cadáveres para él, ¿quién queda? Un partido de centro-derecha. Pero también cabe preguntarse, ¿es acertado decir que el comunismo colapsó con la caída del muro de Berlín y la derechización de los países del socialismo burocrático de la órbita moscovita? El hecho de que defeccionara ese “socialismo”, no quiere decir que la izquierda y el comunismo hayan sufrido un “apagón lúgubre y definitivo”. Esto, obviamente, lo dice alguien cuyo pensamiento está más tirado a la derecha, aunque no esté en su extremo, y, precisamente por eso, por apostar por el centrismo “niega” la existencia de la derecha y de la izquierda. De ahí que continúe:

Con tanto desprestigio de por medio de la llamada izquierda y con tanta codicia hasta por un centavo de la llamada derecha, por una parte, y, por otra, si tenemos la certidumbre de que entre la gente de izquierda y la gente de derecha siempre hay gente de lo mejor y también, por supuesto, gente de lo peor, de modo que ser izquierdista no garantiza nada, lo mismo que ser de derecha no acarrea desprestigio alguno per se, lo único que importa en esta útil taxonomía política es el tema ético, en el sentido de que si tal izquierdista o tal derechista es o no es una persona honrada y con la honra a prueba de todo. (Ibíd.).

Es decir, puro idealismo. Se definen las cosas por la ética, la moral, la educación, y no por las condiciones de clase. Entonces, mejor échatelas a buscar entre los ponderados clasemedieros, los personajes del centro-derechismo. Los extremos: derecha e izquierda son perniciosos. Y, pese a que antes ha hablado de una “útil taxonomía”, desde esa perspectiva, termina su paralogismo con una perorata estridente y fuera de contexto:

Lo demás termina siendo el tráfico de una estupidez categorizadora, a la que ahora solo se adscriben los tontos de capirote y los que todavía sacan buenos dividendos de la vigencia de tal estupidez. (p. 108).

Lo dicho, Silva nos está alertando: no vayamos a los extremos, busquemos el equilibrio ideal: hombres éticos y de moral a toda prueba, que no sean de derecha ni de izquierda. Lo cual es, a final de cuentas, la prédica ideológica de la pequeña burguesía, de las clases medias que siempre terminan adhiriendo al fascismo.

Lamentablemente, Max Silva, a pesar de sus protestas en contrario, se ha sumado a una larga “lista de pro-vargallosólogos”, que, con el criterio sano –a no dudarlo– del equilibrio, la moderación o la ecuanimidad que exigen a quienes critican a MV, resultan haciendo lo contrario de su prédica, y arremeten contra esos críticos con las peores calificaciones. Con el agravante de la abstracción, es decir, sin especificar de qué personas se trata cuando se refieren a esos “críticos enemigos de MV”, poniendo en un solo saco, obviamente, a todos. Veamos algunos ejemplos, comenzando por Max Silva, quien dice: “Menos mal que los también acérrimos enemigos de MVLL son poco dados a la lectura y hasta podría decirse que son analfabetos funcionales.” (p. 50). Y, por supuesto, en esta condena va implícito el autoelogio.

Tenemos también el caso de Miguel Gutiérrez: para él, quienes critican desfavorablemente a las obras de MV resultan ser “intelectuales mediocres y sobre todo oportunistas que encontraron en el cambio ideológico del autor de La guerra del fin del mundo, la coartada perfecta para ocultar pasiones subalternas como los (sic: “las”, porque trata de “pasiones”) de la mezquindad y la envidia.” (“Prólogo” a El pacto con el diablo, 2007).

Y, por último, César Lévano (el más reciente). En el “Editorial” del diario La Primera, del día miércoles 21 de nov. de 2012, hizo un rechazo categórico a los exabruptos que el fujimorismo lanzara contra la persona de MV, más que contra sus declaraciones. Y, a propósito de ese desaguisado, se puso él (Lévano) como ejemplo de ponderación y sindéresis, pues dice que en su libro Arguedas, un sentimiento trágico de la vida, destaca la misma impronta de Alfredo Torero, que, sin agraviar a MV, demostró su equivocación respecto de Arguedas en relación con las comunidades campesinas del Perú. Y, si no se olvida que Alfredo Torero estuvo ligado ideológicamente con Sendero Luminoso (siendo esta una evidencia de dominio público, no es infidencia decirlo), de paso Lévano quiere hacer ver que él tampoco se fija en esa realidad (de que Torero fuera su antípoda ideológico, si tampoco se olvida la antigua –y nunca clausurada– filiación revisionista y oportunista de Lévano) y con igual ponderación lo cita en su libro; por tanto, ambos –Lévano y Torero– son –como diría Shakespeare por boca de Marco Antonio ante el cadáver de Julio César– dos varones pundonorosos. Y, a partir de esa comparación, agrega:

No siempre se siguen los buenos ejemplos (¡). En estos días leí una larga entrevista al animador de un gremio de escritores en la cual se afirma que un veterano poeta puneño vivo es para la cultura peruana ‘más importante que Vargas’. Se refiere a Vargas Llosa.

Si no se pierde de vista que en el Perú hay un solo Gremio de Escritores, y que este tiene en el poeta Jorge Luis Roncal a su más visible animador, es obvio que Lévano –con pusilánime elipsis– se está refiriendo a él. Y, lo que es peor, a pie juntillas, lo compara con el asesino Fujimori, dice: “El recurso despectivo tiene un antecedente. En el debate de 1990 en televisión, Fujimori habló del ‘doctor Vargas’.” Es decir, como Fujimori se refirió a MV llamándolo el “doctor Vargas”, éste es el maestro negativo del que Jorge Luis Roncal recoge el “recurso despectivo”, pues también se refirió al novelista llamándolo sólo por su apellido paterno. Pero bien se sabe que Fujimori había sido asesorado en ese sentido, pues ya se había dado el antecedente de la polémica entre MV y Ángel Rama (en adelante ÁR), y ahí fue que MV le reclamó airadamente a ÁR por usar su apellido paterno y dice: “¿qué es esa malacrianza de acortarme el apellido?”, observación que mereció la siguiente apostilla de ÁR: “Tomo nota de que sólo se le puede mencionar con los dos apellidos: en alguna ocasión me explicará si cuando a un escritor que firmaba Miguel de Cervantes Saavedra se le llama Cervantes a secas (...) estamos ante un ejemplo de malacrianza o se trata de un privilegio que la corte virreinal del Perú reserva exclusivamente a los niños bien.”

Pero en la reconvención de Lévano contra Roncal por “seguir al maestro negativo: Fujimori”, hay otra arista que él usa como censura subliminal: que “no siguiera el buen ejemplo de Torero y de Lévano”. ¡Oh, qué gran error el mío!, aquí estoy incurriendo en el mismo pecado de Roncal: no los he llamado por sus nombres completos, sólo por sus apellidos: Torero y Lévano. Y lo que ya raya en el mayor sacrilegio: en todo este artículo me he referido al novelista usando sólo dos de sus iniciales: MV (salvo al hacer las citas del libro reseñado). Pero, para evitar suspicacias o por no herir susceptibilidades, aquí debo aclarar la razón de ese uso abreviado (y que también creo advertir en el caso de Roncal), y la razón es puramente práctica o por economía lexical. No por irreverencia ni mala intención. Por favor.


[1] Max Silva Tuesta, Mario Vargas Llosa. Interpretación de una vida, Lima: Editorial San Marcos, 2012.
[2] Cf. Julio Carmona, El mentiroso y el escribidor. Teoría y práctica literarias de Mario Vargas Llosa, Lima: Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos, 2007.
[3]  Y Silva no se cura de su parcialidad. Al final de su trabajo pone a MV a la altura de Vallejo y dice: “Ya es hora de que la crítica peruana se reivindique estudiando sin pausa ni medida tanto a César Vallejo como a MVLL, que sus obras –es verdad aunque usted no lo crea– trasuntan universalidad.” (p. 118).
[4] No creo que Max Silva ignore la opinión, autorizada, de Miguel Gutiérrez que demuestra todo lo contrario respecto de El Tungsteno. Cf. Miguel Gutiérrez, Vallejo narrador, Lima, Fondo editorial del Pedagógico San Marcos, 2004

lunes, 15 de octubre de 2012

Rosina Valcárcel: SIMPLE CANCIÓN

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com



 
a Jorge Amado
 
Yo le platico a Jorge desde el borde de la Bahía, en las calles de Salvador y el mar abierto
Él escucha las nubes, nuestros latidos leves, la infinitud del espíritu y de los seres
venidos de Perú. Jorge ha dejado su corazón en las piedras de Bahía, entre las esmeraldas,
los corales y los caracoles antiquísimos. Hemos heredado su historia, sus libros, sus fotos,
sus camisas, sus retratos, los rosotros de sus amores, amigos, parientes, camaradas. Jorge vivió la existencia que merecía. Escribió la obra-luz que creció de sus pies-brazos y cuello amarantos. Mago de la palabra oculta nos traes tierras lejanas Exilios Dibujos de niño Aprendiste tu oficio día a día, oficio de alfarero, pescador, guerrero. Amador de tu pueblo y de tu tiempo como para no caernos hoy día.
 
CARTA II
 
Entre sueños escribí una balada para Jorge: Estaba en medio de una habitación de madera cerca
al calmo mar turquesa Era primavera A las 6 de la mañana venían los rayos del sol y por la
tarde, silbando, el frescor del viento Con mi familia caminé como una extranjera bajo la
intensa lluvia encrespada En las esquinas de Bahía donde los bares anónimos aún viven su jazz Cada átomo de nosotros quedó aquí Y nuestra esencia de peces Y nuestra cama, fruto del destierro fue solamente un extenso árbol sagrado Te invoco, oh compañero Amado, asoma entre la rua de Grace y Texeira Leal Te prometo iré a las islas del frente Ya no seré Juana de Arco Ya no una habitación oscura Sólo esta gota de lluvia en el barrio Pelaurinho Sólo este verso hacia la playa
 
 
15/10/2012
Salvador de Bahía

martes, 14 de agosto de 2012

Julio Carmona: SALVADO

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com




Dispuesto a naufragar, hallé una tabla
de salvación que me llevó a tus playas;
mudo de amor, tenía rota el habla
del corazón, rodeado de una malla

de soledad; sorteaba oscuras vallas,
corría como loco y a la diabla,
tratando de impedir que no te vayas
recién llegado a ti, y, a rajatabla,

yo que creí estar muerto, cobro vida;
que me creí acabado, reflorezco;
puesto a jubilación, me revalidas…

y, desde ese reflote, no te ofrezco
ni un mundo, ni una estrella, ni una huida;
solo yo, a tus pies: que es donde crezco. 

domingo, 17 de junio de 2012

Rosina Valcárcel: Mi padre con un círculo rojo

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com


MI PADRE CON UN CÍRCULO ROJO
17 de diciembre de 1992
a Gustavo Valcárcel Velasco
 
Sus bellas manos obstinadas eran efecto de los sueños
La playa o metamorfosis de su propia memoria
Lima, los toros, Barranco, el mar, las tardes,
Amó el mar en la noche cuando nadaba junto a los delfines
Al inicio fue un gallo
 
De estudiante, mi padre me despertaba al clarear el día
Tenía entonces cabellos oscuros y ojos de diamantes
Se perdía en los puertos con el atardecer
Una mañana en los años 70 bebí con él aguardiente
Y reclamé: ¿Por qué eres más callado que el búho?
¿Naciste desierto, eres espejismo y te alejas bajo el sol?
--“Se está acabando el pisco, me dijo alarmado y aún no llegas al meollo”
Habla, repliqué, y ayudarás más de lo que imaginas
Mas padre calló / Él era alcohólico y solitario
Escribía con una mágica pluma antigua
Sonetos maravillosos y cantos a los obreros
Sus labios ebrios inventaban cuentos remotos
Sus brazos abiertos narraban anhelos del porvenir
Territorios liberados / Agotó gota a gota su optimismo
Al caer el Muro de Berlín dijo: -Qué dolor, y ni un solo disparo
Y cuando llegó el ocaso de los países del Este
Su corazón no soportó y danzó un tango con la muerte
En 1992 desorbitada hice una jugada de alfil
Y exclamé: --Hoy no puedes partir es 1° de Mayo
Día del Proletariado, natalicio de mamá y mi cumpleaños
A las pocas horas resucitó el elefante herido y preguntó
--“¿Aún es 1° de Mayo? Vengan pronto” y nos abrazó
Entre rosas rojas, llantos, suspiros
Al recuperar mi color sentí la tibieza de su niñez oscura
El tiempo del piano / La transparencia de su piel morada
Solamente fue al Olimpo a reunirse con sus camaradas poetas
Con quienes caminó muy junto y rumbeó largas noches
Al final fue un gallo rojo
 
Evoco sus lecturas de García Lorca, Machado, Góngora, Vallejo, Neruda
Nuestras breves pláticas inconclusas entre bares, bibliotecas y calles
Su firme caminar pausado / Sus leves refranes ingeniosos
Su fervor por el pueblo ruso, por Cuba y todos los pueblos fantásticos
 
(hallado por Zorba el 17 de junio del 2012)

sábado, 16 de junio de 2012

Ray Bradbury: La sirena

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com




Allá afuera en el agua helada, lejos de la costa, esperábamos todas las noches la llegada de la niebla, y la niebla llegaba, y aceitábamos la maquinaria de bronce, y encendíamos los faros de niebla en lo alto de la torre. Como dos pájaros en el cielo gris, McDunn y yo lanzábamos el rayo de luz, rojo, luego blanco, luego rojo otra vez, que miraba los barcos solitarios. Y si ellos no veían nuestra luz, oían siempre nuestra voz, el grito alto y profundo de la sirena, que temblaba entre jirones de neblina y sobresaltaba y alejaba a las gaviotas como mazos de naipes arrojados al aire, y hacía crecer las olas y las cubría de espuma.
-Es una vida solitaria, pero uno se acostumbra, ¿no es cierto? -preguntó McDunn.
-Sí -dije-. Afortunadamente, es usted un buen conversador.
-Bueno, mañana irás a tierra -agregó McDunn sonriendo- a bailar con las muchachas y tomar ginebra.
-¿En qué piensa usted, McDunn, cuando lo dejo solo?
-En los misterios del mar.
McDunn encendió su pipa. Eran las siete y cuarto de una helada tarde de noviembre. La luz movía su cola en doscientas direcciones, y la sirena zumbaba en la alta garganta del faro. En ciento cincuenta kilómetros de costa no había poblaciones; sólo un camino solitario que atravesaba los campos desiertos hasta el mar, un estrecho de tres kilómetros de frías aguas, y unos pocos barcos.
-Los misterios del mar -dijo McDunn pensativamente-. ¿Pensaste alguna vez que el mar es como un enorme copo de nieve? Se mueve y crece con mil formas y colores, siempre distintos. Es raro. Una noche, hace años, todos los peces del mar salieron ahí a la superficie. Algo los hizo subir y quedarse flotando en las aguas, como temblando y mirando la luz del faro que caía sobre ellos, roja, blanca, roja, blanca, de modo que yo podía verles los ojitos. Me quedé helado. Eran como una gran cola de pavo real, y se quedaron ahí hasta la medianoche. Luego, casi sin ruido, desaparecieron. Un millón de peces desapareció. Imaginé que quizás, de algún modo, vinieron en peregrinación. Raro, pero piensa en qué debe parecerles una torre que se alza veinte metros sobre las aguas, y el dios-luz que sale del faro, y la torre que se anuncia a sí misma con una voz de monstruo. Nunca volvieron aquellos peces, ¿pero no se te ocurre que creyeron ver a Dios?
Me estremecí. Miré las grandes y grises praderas del mar que se extendían hacia ninguna parte, hacia la nada.
-Oh, hay tantas cosas en el mar -McDunn chupó su pipa nerviosamente, parpadeando. Estuvo nervioso durante todo el día y nunca dijo la causa-. A pesar de nuestras máquinas y los llamados submarinos, pasarán diez mil siglos antes de que pisemos realmente las tierras sumergidas, sus fabulosos reinos, y sintamos realmente miedo. Piénsalo, allá abajo es todavía el año 300,000 antes de Cristo. Cuando nos paseábamos con trompetas arrancándonos países y cabezas, ellos vivían ya bajo las aguas, a dieciocho kilómetros de profundidad, helados en un tiempo tan antiguo como la cola de un cometa.
-Sí, es un mundo viejo.
-Ven. Te reservé algo especial.
Subimos con lentitud los ochenta escalones, hablando. Arriba, McDunn apagó las luces del cuarto para que no hubiese reflejos en las paredes de vidrio. El gran ojo de luz zumbaba y giraba con suavidad sobre sus cojinetes aceitados. La sirena llamaba regularmente cada quince segundos.
-Es como la voz de un animal, ¿no es cierto? -McDunn se asintió a sí mismo con un movimiento de cabeza-. Un gigantesco y solitario animal que grita en la noche. Echado aquí, al borde de diez billones de años, y llamando hacia los abismos. Estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí. Y los abismos le responden, sí, le responden. Ya llevas aquí tres meses, Johnny, y es hora que lo sepas. En esta época del año -dijo McDunn estudiando la oscuridad y la niebla-, algo viene a visitar el faro.
-¿Los cardúmenes de peces?
-No, otra cosa. No te lo dije antes porque me creerías loco, pero no puedo callar más. Si mi calendario no se equivoca, esta noche es la noche. No diré mucho, lo verás tú mismo. Siéntate aquí. Mañana, si quieres, empaquetas tus cosas y tomas la lancha y sacas el coche desde el galpón del muelle, y escapas hasta algún pueblito del mediterráneo y vives allí sin apagar nunca las luces de noche. No te acusaré. Ha ocurrido en los últimos tres años y sólo esta vez hay alguien conmigo. Espera y mira.
Pasó media hora y sólo murmuramos unas pocas frases. Cuando nos cansamos de esperar, McDunn me explicó algunas de sus ideas sobre la sirena.
-Un día, hace muchos años, vino un hombre y escuchó el sonido del océano en la costa fría y sin sol, y dijo: "Necesitamos una voz que llame sobre las aguas, que advierta a los barcos; haré esa voz. Haré una voz que será como todo el tiempo y toda la niebla; una voz como una cama vacía junto a ti toda la noche, y como una casa vacía cuando abres la puerta, y como otoñales árboles desnudos. Un sonido de pájaros que vuelan hacia el sur, gritando, y un sonido de viento de noviembre y el mar en la costa dura y fría. Haré un sonido tan desolado que alcanzará a todos y al oírlo gemirán las almas, y los hogares parecerán más tibios, y en las distantes ciudades todos pensarán que es bueno estar en casa. Haré un sonido y un aparato y lo llamarán la sirena, y quienes lo oigan conocerán la tristeza de la eternidad y la brevedad de la vida".
La sirena llamó.
-Imaginé esta historia -dijo McDunn en voz baja- para explicar por qué esta criatura visita el faro todos los años. La sirena la llama, pienso, y ella viene...
-Pero... -interrumpí.
-Chist... -ordenó McDunn-. ¡Allí!
-Señaló los abismos.
-Algo se acercaba al faro, nadando.
Era una noche helada, como ya dije. El frío entraba en el faro, la luz iba y venía, y la sirena llamaba y llamaba entre los hilos de la niebla. Uno no podía ver muy lejos, ni muy claro, pero allí estaba el mar profundo moviéndose alrededor de la tierra nocturna, aplastado y mudo, gris como barro, y aquí estábamos nosotros dos, solos en la torre, y allá, lejos al principio, se elevó una onda, y luego una ola, una burbuja, una raya de espuma. Y en seguida, desde la superficie del mar frío salió una cabeza, una cabeza grande, oscura, de ojos inmensos, y luego un cuello. Y luego... no un cuerpo, sino más cuello, y más. La cabeza se alzó doce metros por encima del agua sobre un delgado y hermoso cuello oscuro. Sólo entonces, como una islita de coral negro y moluscos y cangrejos, surgió el cuerpo desde los abismos. La cola se sacudió sobre las aguas. Me pareció que el monstruo tenía unos veinte o treinta metros de largo.
No sé qué dije entonces, pero algo dije.
-Calma, muchacho, calma -murmuró McDunn.
-¡Es imposible! -exclamé.
-No, Johnny, nosotros somos imposibles. Él es lo que era hace diez millones de años. No ha cambiado. Nosotros y la Tierra cambiamos, nos hicimos imposibles. Nosotros.
El monstruo nadó lentamente y con una gran y oscura majestad en las aguas frías. La niebla iba y venía a su alrededor, borrando por instantes su forma. Uno de los ojos del monstruo reflejó nuestra inmensa luz, roja, blanca, roja, blanca, y fue como un disco que en lo alto de una mano enviase un mensaje en un código primitivo. El silencio del monstruo era como el silencio de la niebla.
Yo me agaché, sosteniéndome en la barandilla de la escalera.
-¡Parece un dinosaurio!
-Sí, uno de la tribu.
-¡Pero murieron todos!
-No, se ocultaron en los abismos del mar. Muy, muy abajo en los más abismales de los abismos. Es ésta una verdadera palabra ahora, Johnny, una palabra real; dice tanto: los abismos. Una palabra con toda la frialdad y la oscuridad y las profundidades del mundo.
-¿Qué haremos?
-¿Qué podemos hacer? Es nuestro trabajo. Además, estamos aquí más seguros que en cualquier bote que pudiera llevarnos a la costa. El monstruo es tan grande como un destructor, y casi tan rápido.
-¿Pero por qué viene aquí?
En seguida tuve la respuesta.
La sirena llamó.
Y el monstruo respondió.
Un grito que atravesó un millón de años, nieblas y agua. Un grito tan angustioso y solitario que tembló dentro de mi cuerpo y de mi cabeza. El monstruo le gritó a la torre. La sirena llamó. El monstruo rugió otra vez. La sirena llamó. El monstruo abrió su enorme boca dentada, y de la boca salió un sonido que era el llamado de la sirena. Solitario, vasto y lejano. Un sonido de soledad, mares invisibles, noches frías. Eso era el sonido.
-¿Entiendes ahora -susurró McDunn- por qué viene aquí?
Asentí con un movimiento de cabeza.
-Todo el año, Johnny, ese monstruo estuvo allá, mil kilómetros mar adentro, y a treinta kilómetros bajo las aguas, soportando el paso del tiempo. Quizás esta solitaria criatura tiene un millón de años. Piénsalo, esperar un millón de años. ¿Esperarías tanto? Quizás es el último de su especie. Yo así lo creo. De todos modos, hace cinco años vinieron aquí unos hombres y construyeron este faro. E instalaron la sirena, y la sirena llamó y llamó y su voz llegó hasta donde tú estabas, hundido en el sueño y en recuerdos de un mundo donde había miles como tú. Pero ahora estás solo, enteramente solo en un mundo que no te pertenece, un mundo del que debes huir. El sonido de la sirena llega entonces, y se va, y llega y se va otra vez, y te mueves en el barroso fondo de los abismos, y abres los ojos como los lentes de una cámara de cincuenta milímetros, y te mueves lentamente, lentamente, pues tienes todo el peso del océano sobre los hombros. Pero la sirena atraviesa mil kilómetros de agua, débil y familiar, y en el horno de tu vientre arde otra vez el juego, y te incorporas lentamente, lentamente. Te alimentas de grandes cardúmenes de bacalaos y de ríos de medusas, y subes lentamente por los meses de otoño, y septiembre cuando nacen las nieblas, y octubre con más niebla, y la sirena todavía llama, y luego, en los últimos días de noviembre, luego de ascender día a día, unos pocos metros por hora, estás cerca de la superficie, y todavía vivo. Tienes que subir lentamente: si te apresuras; estallas. Así que tardas tres meses en llegar a la superficie, y luego unos días más para nadar por las frías aguas hasta el faro. Y ahí estás,
ahí, en la noche, Johnny, el mayor de los monstruos creados. Y aquí está el faro, que te llama, con un cuello largo como el tuyo que emerge del mar, y un cuerpo como el tuyo, y, sobre todo, con una voz como la tuya. ¿Entiendes ahora, Johnny, entiendes?
La sirena llamó.
El monstruo respondió.
Lo vi todo... lo supe todo. En solitario un millón de años, esperando a alguien que nunca volvería. El millón de años de soledad en el fondo del mar, la locura del tiempo allí, mientras los cielos se limpiaban de pájaros reptiles, los pantanos se secaban en los continentes, los perezosos y dientes de sable se zambullían en pozos de alquitrán, y los hombres corrían como hormigas blancas por las lomas.
La sirena llamó.
-El año pasado -dijo McDunn-, esta criatura nadó alrededor y alrededor, alrededor y alrededor, toda la noche. Sin acercarse mucho, sorprendida, diría yo. Temerosa, quizás. Pero al otro día, inesperadamente, se levantó la niebla, brilló el sol, y el cielo era tan azul como en un cuadro. Y el monstruo huyó del calor, y el silencio, y no regresó. Imagino que estuvo pensándolo todo el año, pensándolo de todas las formas posibles.
El monstruo estaba ahora a no más de cien metros, y él y la sirena se gritaban en forma alternada. Cuando la luz caía sobre ellos, los ojos del monstruo eran fuego y hielo.
-Así es la vida -dijo McDunn-. Siempre alguien espera que regrese algún otro que nunca vuelve. Siempre alguien que quiere a algún otro que no lo quiere. Y al fin uno busca destruir a ese otro, quienquiera que sea, para que no nos lastime más.
El monstruo se acercaba al faro.
La sirena llamó.
-Veamos qué ocurre -dijo McDunn.
Apagó la sirena.
El minuto siguiente fue de un silencio tan intenso que podíamos oír nuestros corazones que golpeaban en el cuarto de vidrio, y el lento y lubricado girar de la luz.
El monstruo se detuvo. Sus grandes ojos de linterna parpadearon. Abrió la boca. Emitió una especie de ruido sordo, como un volcán. Movió la cabeza de un lado a otro como buscando los sonidos que ahora se perdían en la niebla. Miró el faro. Algo retumbó otra vez en su interior. Y se le encendieron los ojos. Se incorporó, azotando el agua, y se acercó a la torre con ojos furiosos y atormentados.
-¡McDunn! -grité-. ¡La sirena!
McDunn buscó a tientas el obturador. Pero antes de que la sirena sonase otra vez, el monstruo ya se había incorporado. Vislumbré un momento sus garras gigantescas, con una brillante piel correosa entre los dedos, que se alzaban contra la torre. El gran ojo derecho de su angustiada cabeza brilló ante mí como un caldero en el que podía caer, gritando. La torre se sacudió. La sirena gritó; el monstruo gritó. Abrazó el faro y arañó los vidrios, que cayeron hechos trizas sobre nosotros.
McDunn me tomó por el brazo.
-¡Abajo! -gritó.
La torre se balanceaba, tambaleaba, y comenzaba a ceder. La sirena y el monstruo rugían. Trastabillamos y casi caímos por la escalera.
-¡Rápido!
Llegamos abajo cuando la torre ya se doblaba sobre nosotros. Nos metimos bajo las escaleras en el pequeño sótano de piedra. Las piedras llovieron en un millar de golpes. La sirena calló bruscamente. El monstruo cayó sobre la torre, y la torre se derrumbó. Arrodillados, McDunn y yo nos abrazamos mientras el mundo estallaba.
Todo terminó de pronto, y no hubo más que oscuridad y el golpear de las olas contra los escalones de piedra.
Eso y el otro sonido.
-Escucha -dijo McDunn en voz baja-. Escucha.
Esperamos un momento. Y entonces comencé a escucharlo. Al principio fue como una gran succión de aire, y luego el lamento, el asombro, la soledad del enorme monstruo doblado sobre nosotros, de modo que el nauseabundo hedor de su cuerpo llenaba el sótano. El monstruo jadeó y gritó. La torre había desaparecido. La luz había desaparecido. La criatura que llamó a través de un millón de años había desaparecido. Y el monstruo abría la boca y llamaba. Eran los llamados de la sirena, una y otra vez. Y los barcos en alta mar, no descubriendo la luz, no viendo nada, pero oyendo el sonido, debían de pensar: ahí está, el sonido solitario, la sirena de la bahía Solitaria. Todo está bien. Hemos doblado el cabo.
Y así pasamos aquella noche.
A la tarde siguiente, cuando la patrulla de rescate vino a sacarnos del sótano, sepultados bajo los escombros de la torre, el sol era tibio y amarillo.
-Se vino abajo, eso es todo -dijo McDunn gravemente-. Nos golpearon con violencia las olas y se derrumbó.
Me pellizcó el brazo.
No había nada que ver. El mar estaba sereno, el cielo era azul. La materia verde que cubría las piedras caídas y las rocas de la isla olían a algas. Las moscas zumbaban alrededor. Las aguas desiertas golpeaban la costa.
Al año siguiente construyeron un nuevo faro, pero en aquel entonces yo había conseguido trabajo en un pueblito, y me había casado, y vivía en una acogedora casita de ventanas amarillas en las noches de otoño, de puertas cerradas y chimenea humeante. En cuanto a McDunn, era el encargado del nuevo faro, de cemento y reforzado con acero.
-Por si acaso -dijo McDunn.
Terminaron el nuevo faro en noviembre. Una tarde llegué hasta allí y detuve el coche y miré las aguas grises y escuché la nueva sirena que sonaba una, dos, tres, cuatro veces por minuto, allá en el mar, sola.
¿El monstruo?
No volvió.
-Se fue -dijo McDunn-. Se ha ido a los abismos. Comprendió que en este mundo no se puede amar demasiado. Se fue a los más abismales de los abismos a esperar otro millón de años. Ah, ¡pobre criatura! Esperando allá, esperando y esperando mientras el hombre viene y va por este lastimoso y mínimo planeta. Esperando y esperando.
Sentado en mi coche, no podía ver el faro o la luz que barría la bahía Solitaria. Sólo oía la sirena, la sirena, la sirena, y sonaba como el llamado del monstruo.
Me quedé así, inmóvil, deseando poder decir algo.