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sábado, 9 de febrero de 2013

Julio Carmona: A CARMELA, CON AMOR...

Vale más canción humilde que sinfonía sin fe. J.C. "Si no vives para servir, no sirves para vivir" es el lema de www.mesterdeobreria.blogspot.com

E. González Viaña

Eduardo González Viaña es, hoy por hoy, uno de los más prolíficos novelistas peruanos (descontando, tal vez, a Mario Vargas y a Alfredo Bryce). Pero esto no sería destacable, si no fuera acompañado de excelencia. Son varias las cualidades que subrayan esa valía: su prosa fluida y amena, un ingrediente humorístico muy bien dosificado, la singular construcción de sus historias, el desarrollo impecable de sus personajes, la descripción precisa de los ambientes, desechando cualquier barroquismo trasnochado. Ubicable nuestro autor y su obra en la ya reconocida generación del 60 de la literatura peruana, no existirá mezquindad capaz de regatearle esta ubicación ni esa calidad aquí relevadas.

Siempre estaré reconocido a Internet, medio electrónico utilísimo, que me ha permitido establecer contacto con tan destacado narrador de Nuestra América. Así como recibo sus mensajes, siempre motivadores, del "Correo de Salem", lo mismo ocurre con algunos emails personales (o llamadas telefónicas) a través de los cuales intercambiamos opiniones sobre temas literarios. Todo ello habla de su calidad humana, de una sencillez y jovialidad encomiables, no empañadas por la situación expectante con que su obra destaca en el consenso de la literatura americana.

Él ha tenido la generosidad de enviarme su novela El amor de Carmela me va a matar (Lima, Editorial Universitaria: Universidad Ricardo Palma, 2011). Y la he leído de un tirón. Es una novela que tiene la virtud de atrapar al lector (al menos, lo ha hecho conmigo) y de conducirlo, de sorpresa en sorpresa, hasta la última línea. Son sorpresas que incluso causan cierta desazón, porque -como en los encabalgamientos del verso- el lector piensa que la historia toma un "camino equivocado", es decir, un camino que no se desea: la muerte de la protagonista. Pongo el ejemplo puntual. El capítulo XXVIII, se titula : "No seas loca, mamá", está formado por un email que el hijo de la protagonista le dirige, haciéndole una reconvención por su -según él- descabellada decisión de abandonar USA y regresar a su natal Santa Marta, Colombia. Por supuesto, el hijo piensa (como toda la familia, incluido el ex-esposo y las amigas) que a Carmela le está yendo de maravillas en el país sin nombre. Pero es todo lo contrario. Y no es que el amor de Carmela vaya a matar a alguien, sino que Carmela sin amor ya se siente muerta en vida. Y faltando, pues, ya tres capítulos para que termine la novela, el XXIX, lleva este título "decepcionante": "Muerte de la madre". ¡No! ¿O sea que va a morir Carmela? Pero no es así. Era una táctica narrativa para mantener el suspenso. Y, en realidad, quien muere es la madre de Carmela.

En la solapa del libro hay algunos comentarios que relevan el leitmotiv del libro: el drama de los inmigrantes en USA. Y, en efecto, Carmela lo es; pero, a sus años (una mujer ya bastante madura, pero no "descartable", para usar el término que describe a la perfección el consumismo de la sociedad gringa), no ha viajado a USA para conseguir trabajo y realizar el "sueño americano". No. Ella ha sido conquistada, a través de Internet (¡también para esto se presta!), por un gringo que le ofrece matrimonio. Y le envía sus pasajes de ida y vuelta. Pero la "realidad" es otra. En realidad, es un sujeto desquiciado que, prácticamente, la secuestra y la chantajea por su condición de ilegal (que él ha propiciado), y la hace trabajar para él, como una esclava. 

Entonces, se tiene que hacer un ajuste a lo señalado arriba. El leitmotiv no es, en el fondo, "el drama de los inmigrantes". Este es, si se quiere, su decorado, su parafernalia. En esencia "el amor de Carmela..." es el símbolo del engaño al que están sometidos los pueblos dependientes del imperio (de cualquier imperio). Que ven a la metrópoli como el faro que anuncia la salida del vendaval. Y que -pasado el relumbrón- no era sino la luz del candil que atrae a la mariposa nocturna.

Y esta decepción que es, por cierto, un tema dramático, en esta novela no se desvía hacia lo melodramático, lo cual se logra con ciertas pinceladas de humor que -ya lo adelanté al comienzo- tienen la virtud de estar bien dosificadas. Y entonces podemos decir que asistimos al desarrollo de una tragicomedia. Porque, si bien Carmela sucumbe, primero, a la voz meliflua de su primer esposo, y logra rebelarse en busca de su libertad; sin embargo, vuelve a ser víctima de otro canto de sirena. Que tampoco logra destruirla. Tal vez, como el Ulises mitológico, se ha hecho inmune a esos encantos. Y tiene la capacidad de reaccionar, con ciertos efectos, al final, de la novela policial; pero con la efectividad del mensaje alentador que, repitiendo al poeta, sentencia: "todos los incurables tienen cura/ cinco segundos antes de la muerte."
  
Julio Carmona